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Cortesía de Norda la Kéndera

sábado, 16 de enero de 2010

Capítulo 7: La claridad en la escritura


Aquí tienes el capítulo 7 de 35 del curso "Curso de escritura creativa".

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Enlace:

http://www.mailxmail.com/curso-escritura-creativa/claridad-escritura

Texto:

Para alcanzar la claridad en un escrito nos ayudará, en primer lugar, la concisión. Un estilo conciso será aquel que se esmere en utilizar el menor número de palabras para expresar una idea con la mayor exactitud posible. Concisión implica densidad (y no brevedad), y lo contrario sería la vaguedad, la imprecisión, el exceso de palabras y de retórica.

Otra cuestión importante para alcanzar la claridad es la oralidad de la escritura. Un truco que viene bien a la hora de escribir es imaginarse que se tiene al lector delante, e intentar acoplar los aspectos del lenguaje no verbal (una mirada afable, un golpecito afectuoso, un gesto de advertencia, una sacudida de manos...) al discurso por medio de las palabras, del tono, del contenido. Hemos de tener presente que el lenguaje escrito se debe aproximar bastante -más de lo que pensamos- al lenguaje oral.

Otra de las cualidades que ayudarán a que un escrito sea claro: la simplicidad. Algo, de nuevo, que parece fácil de conseguir, y que sin embargo se convierte en una ardua tarea cuando nos han enseñado toda la vida a lo contrario: a complicar las cosas. Lo que ocurre en verdad, es que un buen científico, un buen filósofo, un buen economista o un buen juez no tienen por qué ser necesariamente buenos redactores o buenos escritores; es más, raramente se da ese caso. Ahora bien, cuando coinciden en una persona las dos aptitudes, el contenido de lo que escriba será mucho más asimilable para cualquier lector, que al fin y al cabo es de lo que se trata. Esa falta de aptitud (y de ingenio) para la escritura de muchas de las personas que han escrito y escriben (en el campo científico, lingüístico, didáctico, empresarial o periodístico) ha sido claramente nocivo para toda persona que desea expresarse por escrito lo mejor posible, pues si hemos leído mucho de quienes escribían bien, también llevamos el lastre de los que lo hacían mal, por medio de complejas abstracciones difíciles de descifrar, y que son los que han propiciado el tópico -que permanece en el inconsciente colectivo- de que cuanto más confuso y retorcido es un texto, mayor profundidad tiene y mejor escrito está.

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