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Cortesía de Norda la Kéndera

sábado, 16 de enero de 2010

Capítulo 12: Naturalidad. El estilo asertivo


Aquí tienes el capítulo 12 de 35 del curso "Curso de escritura creativa".

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Enlace:

http://www.mailxmail.com/curso-escritura-creativa/naturalidad-estilo-asertivo

Texto:

Continuamos hablando de la naturalidad, concretamente del estilo asertivo.

4.Estilo asertivo: el estilo asertivo sería aquél que se apoya casi continuamente en la afirmación, y representa un obstáculo para la naturalidad de la prosa porque las personas no solemos hablar así, mediante escuetas afirmaciones, sino que nuestro discurso está lleno de matices.

En el estilo asertivo se prescinde del todo de la subjetividad y las emociones del emisor, y puede ser apropiado para un informe técnico, una noticia del periódico o cualquier texto en donde prime el valor informativo, pero no para la narrativa.

Veamos el siguiente párrafo:

El mechero escupió una luz azul y amarilla y el cigarrillo comenzó a desvanecerse en una ascendente y fina capa de humo grisáceo. Tras la primera calada me dejé arrastrar por el efímero deleite del sabor amargo de la nicotina y recordé aquella sensación de mareo vertiginoso en espiral que me había producido mi primer pitillo [...] Recorrí con la vista la habitación. Las cosas permanecían en esa eterna mudez que produce miedo. Todo estaba estática y estéticamente preparado: las patas de la silla milimétricamente separadas de las juntas de las baldosas, la soga a un metro sesenta del asiento, las cortinas echadas, el ánimo vencido.

El narrador va afirmando una serie de hechos, y los afirma sin vacilación alguna, sin apenas matices. No hay dudas en su voz, ni reticencias, ni ironía, ni amargura. Ni siquiera escuchamos una voz, sino una enunciación impersonal, casi mecánica. Por expresarlo de algún modo: el narrador no transmite a sus lectores la conciencia viva de estar contando algo.

Vamos a ver, en las antípodas del estilo asertivo, un párrafo de J. D. Salinger, perteneciente a su relato «El periodo azul de Daumier-Smith»:

Mi padre y mi madre se divorciaron durante el invierno de 1928, cuando yo tenía ocho años, y mi madre se casó con Bobby Agadganian a fines de esa primavera. Un año más tarde, en el desastre de Wall Street, Bobby perdió todo lo que tenían él y mamá, excepto, al parecer, una varita mágica. De todos modos, prácticamente de la noche a la mañana, Bobby se transformó de ex agente de Bolsa y vividor incapacitado en un tasador vivaz, si bien algo falto de conocimientos, de una sociedad norteamericana de galerías y museos de arte independiente. Unas semanas más tarde, a principios de 1930, nuestro terceto un poco heterogéneo se trasladó de Nueva York a París, más conveniente para el nuevo trabajo de Bobby. Yo tenía a los diez años un carácter frío, por no decir glacial, y tomé la gran mudanza, por lo que recuerdo, sin ninguna clase de traumas. La mudanza de vuelta a Nueva York, nueve años después, a los tres meses de la muerte de mi madre, fue lo que me alteró, y de un modo terrible.

Si nos fijamos bien, a través de expresiones como «al parecer», «prácticamente», «si bien», «un poco», «por no decir», «por lo que recuerdo» o «de un modo terrible», el protagonista va matizando sus afirmaciones. Decir que un personaje se transforma de la noche a la mañana supondría una aserción rotunda. En cambio, decir que se transforma prácticamente de la noche a la mañana, no sólo resulta mucho más verosímil... sino que indica que el narrador está vivo.

Podríamos decir que el propio narrador no suscribe al cien por cien algunas de sus afirmaciones; que a la vez que cuenta su historia, dialoga con ella y consigo mismo. Estos elementos que hemos señalado se llaman «modalizadores», y su función dentro de un texto escrito consiste justamente en restar peso a los enunciados rotundos. «Tal vez», «casi», «quizá», «algunas veces», «en cierto modo», «algo», «un poco», «en parte», «podría ser», «hasta donde yo sé»... son algunos de los modalizadores más frecuentes; y la diferencia entre las dos frases que veíamos al principio estriba en el uso o la omisión de este tipo de elementos.

Propuesta de trabajo.- Despoja a los párrafos con que se ejemplifica en esta lección el exceso de formalismo, énfasis, retórica y asertividad, traduciéndolos, además, a tu propio estilo y lenguaje. Da igual que varíe en alguna medida el significado; importa, más que nada, lograr dar la vuelta al estilo en el que están escritos.

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