Aquí tienes el capítulo 14 de 35 del curso "Curso de escritura creativa".
Enlace:
http://www.mailxmail.com/curso-escritura-creativa/visibilidad-2-2
Texto:
John Gardner dice que la narración ha de provocar "un sueño vívido y continuo" en el lector. Leamos sus palabras:
Si el escritor entiende que las historias son ante todo, historias, y que el mérito de las mejores es dar origen a un sueño vívido y continuo, raro será que no se interese por la técnica, ya que la mala técnica es lo que más rompe la continuidad e impide que dicha ilusión se desarrolle. Y no tardará en descubrir que cuando manipula deslealmente lo que escribe -forzando a los personajes a hacer cosas que no harían si se vieran libres de él; introduciendo demasiado simbolismo (con lo que disminuye la fuerza de la narración al quedar excesivamente dirigida al intelecto); o interrumpiendo la acción para moralizar (por importante que sea la verdad que desee predicar); o "inflando" el estilo hasta el punto de que éste destaque más que el más interesante de los personajes-, el escritor, con estas torpezas, estropea su creación.
De modo que cuando el lector deja de visualizar imágenes y acciones para encontrarse con simples palabras una detrás de otra (como en el diccionario) el autor ha fracasado. Al contrario, cuando el escritor consigue mantener al lector en un mundo de imágenes rico y coherente a lo largo de todo el relato, ha triunfado en su objetivo.
Pero demos ahora la vuelta a la tortilla. Para conseguir crear en la mente del lector ese sueño vívido y continuo del que habla Gardner, el autor ha de visualizar antes, de forma detallada y concienzuda, las escenas de su relato. Para ello, ha de acudir a todo el caudal de imágenes -vividas o soñadas- que se almacenan en su cerebro, a las instantáneas captadas en el andén del metro o en la pescadería, a las películas vistas o a los sueños recreados por otros escritores en sus lecturas.
Si vamos un poco más allá, podemos decir que las imágenes son una fuente inagotable de inspiración para el escritor, pues la fuerza descriptiva de lo que nuestros ojos ven hará saltar la chispa de miles de historias encerradas en un ademán, la mirada de un niño o la forma en que el quiosquero se apoya, perezoso, sobre la pila de los periódicos del día. Así que, cuando sintamos la necesidad impostergable de escribir pero nuestra mente aletargada no dé con un tema o una idea de arranque, no tenemos más que acercarnos a la exposición de fotografías más cercana para que nuestro cerebro, ya preparado para ello, empiece a desentrañar las narraciones que envuelven las imágenes que pasen ante nuestros ojos.
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