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Información:
La creatividad, según Stephen King
18 premisas que ayudan al escritor estadounidense a escribir
Por Marcus Hurst ( @marcushurst )
Stephen King es un escritor
de oficio aunque escribir le produce tanto placer que nunca tiene la
sensación de estar trabajando. Es cierto que su impresionante
imaginación tiene mucho que ver con tener una mente privilegiada. Pero
sin una metodología orientada al trabajo duro y la organización vital,
es probable que no hubiese conseguido ser tan prolífico.
En sus memorias Mientras escribo,
publicadas por primera vez en el año 2000, King dedica una parte
importante a destripar los entresijos de su trabajo. Detrás de su afán
por contar historias hay una manera de afrontar la vida que ayuda a
provocarlas.
Puede que no te gusten sus libros. Puede que las listas con solución
para todo (como este post) te produzcan repelús. Nosotros nos
aventuramos a defender que lo que este genio tiene que decir merece ser
escuchado.
1) Currar como un cabrón
“Si no tienes ganas de trabajar como una mula será inútil que
intentes escribir bien. Confórmate con tu medianía y da gracias de
tenerla por cojín. Existe un ‘muso’, pero no esperes que baje
revoloteando y esparza polvos mágicos creativos sobre tu máquina de
escribir u ordenador. Vive en el subsuelo. Es un habitante del sótano.
Tendrás que bajar”.
2) Leer mucho y escribir mucho
“No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo.
Yo soy un lector lento, pero con una media anual de setenta u ochenta
libros, casi todos de narrativa. Leemos para conocer de primera mano lo
mediocre y lo infumable. También leemos para medirnos con los buenos
escritores y los genios y saber hasta dónde se puede llegar. Y para
experimentar estilos diferentes”.
3) La lectura como centro creativo
“Si no tienes tiempo de leer es que tampoco tienes tiempo de
escribir. Yo nunca salgo sin un libro y encuentro toda clase de
oportunidades para enfrascarme en él. El truco es aprender a leer a
tragos cortos, no solo largos”.
4) Aprende de los libros malos
“Leyendo prosa mala es como se aprende de manera más clara a evitar ciertas cosas.
(…) ¿Hay algo que dé más ánimos a un aprendiz de escritor que darse cuenta de que lo que escribe, se mire como se mire, es superior a lo que han escrito otros cobrando?”.
5) Apagar la caja tonta
“Leer toma su tiempo y el pezón de cristal te roba demasiado. Una vez
destetada del ansia efímera de tele, la mayoría descubrirá que leer
significa pasar un buen rato. (…) La desconexión de la caja-loro es una
buena manera de mejorar la calidad de vida, no solo la de la escritura.
Además, ¿de cuánto sacrificio hablamos?”.
6) El talento priva de significado al concepto de ensayo
“Cuando descubres que estás dotado para algo, lo haces hasta
sangrarte los dedos o tener los ojos a punto de caerse de las órbitas.
No porque siempre te juegas el todo por el todo; porque tú, creador, te
sientes feliz. Quizá hasta en éxtasis. El programa agotador por el que
abogo (de cuatro a seis horas diarias toda la semana) solo lo parecerá
si son actividades que ni te gustan ni responden a ningún talento tuyo.
De hecho, puede que ya esté siguiendo uno parecido”.
King ha logrado elevar su oficio a algo que le produce inmenso
placer. “Para mí lo trabajoso es no trabajar. Cuando escribo es todo
recreo y las tres peores horas que he pasado en el recreo fueron
divertidísimas”.
7) La importancia de la rutina
“Dedico las mañanas a lo nuevo, la novela o cuento que tenga entre
manos, y las tardes a la siesta y la correspondencia. La noche pertenece
a la lectura y la familia y revisiones urgentes. Por lo general, la
escritura se concentra en las mañanas. Cuando he empezado un proyecto no
paro y solo bajo el ritmo si es imprescindible. Si no escribo a diario
empiezan a ponérseme rancios los personajes, con el resultado de que ya
no parecen gente real sino eso, personajes. Empieza a oxidarse el filo
narrativo del escritor (…), empiezas a tener la sensación de que
trabajas, sensación que para la mayoría de los escritores es el beso de
la muerte”.
8) Marcarse retos
“Me gusta hacer diez páginas al día, es decir, dos mil palabras. En
tres meses son 180.000 palabras, que para un libro no está mal”.
9) Un buen entorno para la creatividad
“La mejor ayuda para una producción regular es un ambiente sereno.
Hasta al escritor de naturaleza más productiva le costará trabajar en un
entorno donde los sustos y las distracciones sean la norma”. King aboga
por el hogar aunque otros escritores alardeen de los lugares extraños
donde encuentran la productividad.
10) Cuerpo sano, mente sana
“La combinación de un cuerpo sano y una relación estable con una
mujer independiente que no le aguanta chorradas ni a mí ni a nadie ha
garantizado la continuidad de mi vida laboral. Creo que también es
cierto lo contrario: escribir y disfrutar con ello ha garantizado la
estabilidad de mi salud y mi vida familiar”.
11) Fuera distracciones
Conviene dentro de lo posible que en el despacho no haya teléfono, y
menos televisión o videojuegos para perder el tiempo. Yo trabajo con la
música a tope (siempre he preferido el rock duro, tipo AC/DC, Guns n’
Roses y Metallica), pero solo porque es otra manera de cerrar la puerta.
Me rodea, aislándome del mundo. ¿Verdad que al esribir quieres tener el
mundo bien lejos? Claro que sí. Escribir es crearse un mundo propio.
12) No usar tópicos
“Cuando un símil o metáfora no funciona, el resultado puede ser
cómico o penoso. El símil zen es una trampa del lenguaje figurado pero
no la única. La más habitual (y repito que caer en ella suele deberse a
falta de lectura) es el empleo de símiles, metáforas e imágenes que caen
dentro del tópico. “Era hermosa como un sol”, “Bob luchaba como un
tigre”. No me hagas perder el tiempo (ni el de nadie) con recursos tan
manidos. Quedarás como un vago o un ignorante. Ninguno de los dos
calificativos será beneficioso para tu prestigio de escritor”.
13) La importancia del párrafo
“Yo soy del parecer de que la unidad básica de la escritura es el
párrafo, no la frase. Es de donde arranca la coherencia y donde las
palabras tienen la oportunidad de ser algo más que meras palabras. La
aceleración”.
14) Respeta la gramática
“Escribir bien consiste en entender los fundamentos (vocabulario,
gramática, elementos de estilo) y llenar la tercera bandeja de la caja
de herramientas con los instrumentos adecuados. La segunda es que, si
bien es imposible convertir a un mal escritor en escritor decente, e
igual de imposible convertir un buen escrito en fenómeno, trabajando
duro, poniendo empeño y recibiendo la ayuda oportuna sí es posible
convertir a un escritor aceptable, pero nada más, en buen escritor”.
15) Escribe para una persona
“¿Pesan lo mismo todas las opiniones? Para mí, no. Al final, a quien
hago más caso es a Tabby (su mujer), porque es la persona para quien
escribo, a la que quiero seducir. Si escribes para una persona en
concreto aparte de para ti mismo, te aconsejo que te fijes mucho en su
opinión. (…) No puedes dejar que participe todo el mundo en tu relato,
pero sí la gente más importante. No solo es posible, sino aconsejable”.
16) No tengas miedo a podar las historias
“Todos los relatos y novelas, en mayor o menor medida, son plegables.
Si no puedes quitar el diez por ciento y conservar lo esencial de la
historia y el ambiente, es que no te esfuerzas bastante. El efecto de
una poda sensata es inmediato, y a menudo asombroso: un Viagra
literario”.
16) Pasa de las drogas
“La idea de que la creación y las sustancias psicotrópicas vayan de
la mano es uno de los grandes mitos de nuestra época, tanto a nivel
intelectual como de cultura popular. (…) Los escritores que se enganchan
a determinadas sustancias no se diferencian en nada de los demás
adictos; ‘son necesarios para atenuar un exceso de sensibilidad’ no pasa
de ser la típica chorrada para justificarse. He oído el mismo argumento
en boca de operadores de quitanieves: que beben para calmar a los
demonios. (…) Hemingway y Fitzgerald no bebían porque fuesen personas
creativas, alienadas o débiles moralmente, sino por la misma razón que
todos los alcohólicos. No digo que la gente creativa no corra mayor
riesgo de engancharse que en otros trabajos, pero ¿y qué? A la hora de
vomitar en la cuneta, nos parecemos todos bastante”.
De esto Steven King puede hablar con propiedad. En los peores
momentos de su adicción al alcohol llegó a beberse una caja de latas de
medio litro cada noche. “Tengo una novela, Cujo, que apenas recuerdo haber escrito”.
Cuando su familia organizó una intervención para ayudarle a dejar el
alcohol, su mujer vació una bolsa de basura delante de todos que
contenía “latas de cerveza, colillas, cocaína en botellitas de gramo,
más cocaína en bolsitas, cucharitas para coca manchadas de mocos y
sangre seca, Valium, Xanax, frascos de jarabe para la tos y hasta
botellas de elixir bucal”.
17) No escribas por dinero
“No niego que mis libros me hayan dado mucha pasta, pero nunca he
escrito ni una sola palabra pensando en que me la pagarían. A veces he
escrito para hacerle un favor a un amigo, pero no se puede definir de
ninguna manera peor que como una especie de trueque rudimentario.
Siempre he escrito porque me llenaba. Puede que sirviera para pagar la
hipoteca y los estudios. Yo he escrito porque me hacía vibrar. Por el
simple gozo de hacerlo”.
18) No esperes a las musas
“Todos los aspirantes a escritores que conocí en la universidad
estaban convencidos de que solo se escribía bien de manera espontánea,
en un estado de arrebato que era un pecado desaprovechar. El constructor
de la “escalera a las estrellas” soñada no podía limitarse a andar por
el suelo con un martillo. (…) Los aspirantes a poetas vivían en un mundo
brumoso con resabios de Tolkien, cazando poemas en el éter. Era una
opinión bastante unánime: el arte de verdad procedía de… ¡del más allá!
Los escritores eran taquígrafos bienaventurados que obedecían al dictado
divino. Escribir poesía (o cuentos o ensayo) tiene tanto que ver con
fregar suelos como con los episodios míticos de revelación”.
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